El fundador de la marca francesa André Citroën fue un verdadero visionario. En 1922, lanzó al mercado su “pequeño limón”: el Citroën 5 CV que se convirtió en el primer automóvil diseñado para motorizar a las mujeres.
Los primeros automóviles eran muy difíciles de conducir. Sin dirección asistida ni servofrenos, eran pesados y sus motores exigían que el conductor estuviese atento para regular manualmente el avance del encendido, la mezcla de combustible e incluso la presión en el depósito de gasolina para que ésta fluyese hacia el carburador. Esto hacía que los coches solamente fuesen conducidos por conductores profesionales o apasionados, ya que conducirlos exigía mucho esfuerzo físico.
En 1922, Citroën presentaba un coche en el Salón de París que sería toda una revolución. Para empezar, fue uno de los primeros coches fabricados en masa en Europa, cuando cesó su producción en 1926 habían salido de la cadena de montaje un total de 83.000 ejemplares, pero, además, André puso un especial empeño en promocionar aquel modelo entre el público femenino, olvidado por el resto de fabricantes hasta entonces.
Su color amarillo, su tamaño y la forma de la parte trasera que recuerda a la parte trasera de un bote, muy típica de la época, hicieron que este coche pronto fuese conocido como “Petit Citron” (“pequeño limón” en español, jugando también con el nombre de la marca) o “Cul de Poulet” (culo de pollo).